¿Qué sucede cuando se acaba de leer?,




     ¿Qué sucede cuando se acaba de leer?, ¿se ha generado algún efecto en el lector?, ¿este ha modificado su pensamiento?, ¿ha originado otro pensamiento? Si considerásemos a un sujeto que tuviera las herramientas adecuadas, los objetivos coadyuvantes y un interés relevante en la lectura, nos encontraríamos ante un lector que interiorizaría el aprendizaje significativo transmitido por el texto, por lo que esta persona acabaría construyendo una representación subjetiva y personal de una realidad objetiva y por lo tanto habría reorganizado el conocimiento anterior.
   
    Considero que el elemento clave a analizar detenidamente, cuya carencia puede conducir inexorablemente al fracaso escolar y a un futuro profesional harto complicado, es la motivación del alumno. Efectivamente, sobre ello Isabel Solé, en Estrategias de lectura, habla en diversas ocasiones, haciendo hincapié en la importancia de incentivar el aprendizaje de la lectura en los principiantes de una forma que evite su frustración y pérdida de interés en ella (véase pág. 36, 2º párrafo y siguientes). Ahora bien, fuera de las técnicas o estrategias que se puedan utilizar para aprender a leer, lo cierto es que creo interesante reivindicar y enfatizar el papel importante del maestro en todo esto. Es cierto –y es evidente- que la persona que finalmente acabará tomando la decisión de penetrar y extraer lo esencial de una lectura será el propio alumno o lector. En este sentido, es curioso observar como el mismo niño tiene sobre sí un gran peso y responsabilidad. Pero la cuestión, ahora, es buscar vías que nos muestren cómo guiar al alumno a la hora de tomar su propias decisiones y en ello tiene una gran importancia el interés que tenga el discente, motivación que puede ser imbuida e influenciada por el profesor (sin que interese ahora mismo abundar en la ayuda de otras personas como los padres del que está aprendiendo a leer y a comprender significativamente). Así es, el profesor puede llegar a tener un papel preponderante en el futuro de un niño si utiliza los instrumentos adecuados que generen motivación y con ello se moldee el sentido de la responsabilidad del alumno. Se trata, por lo tanto, de una cuestión de metodología, pero atención, con ello no me refiero simplemente a una técnica de lectura, sino a la propia metodología del aprendizaje de una lengua. Esto es el verdadero leitmotiv.

     Bajo mi punto de vista, en el estudio de una lengua la mejor manera de afianzar su conocimiento es a través de su aprendizaje natural, de la misma manera que desde que nacemos vamos adquiriendo la lengua materna. En este sentido, entiendo que es esencial la construcción del lenguaje a partir de la incorporación espontánea e inconsciente de la comprensión y expresión orales, ya que ello va a generar una “huella”, un registro mental difícil de borrar, aunque la memoria pueda momentáneamente, por la falta de uso, impedir su evocación inmediata. En un segundo estadio, nos encontramos con la comprensión y expresión escritas. Este proceso de aprendizaje no únicamente se puede observar a edades tempranas, sino que en realidad es la base diacrónica del aprendizaje de cualquier lengua y en cualquier momento de la vida del que la estudia. Es por ello que a la hora de motivar a un alumno en la lectura, es conditio sine qua non que este tenga una buena base oral, para, progresivamente, incorpore la codificación del lenguaje escrito, primero a través de la lectura y a posteriori mediante la escritura.

     Visto lo anterior, y si se considera que el uso cotidiano, voluntario y espontáneo de la comunicación oral es un elemento trascendental, a partir de este proceso el profesor va a poder generar e incrementar en el alumno su deseo e interés por aprender cualquier materia mediante la lectura. El profesor a través del acto comunicativo va a poder suplir las dificultades que el alumno se encuentre en la lectura de un texto. Es por ello que la tarea del profesor se debe centrar en guiar a los alumnos en la adquisición del interés por la lectura. Para ello aquel deberá escuchar las inquietudes de estos, acercarles al mundo de la lectura partiendo de las actividades habituales que conozcan de cerca los estudiantes, asignarles lecturas que despierten en ellos curiosidad, reforzar la comprensión ante la dificultad de la lectura con las explicaciones del profesor y la intervención de los alumnos en clase por medio, por ejemplo, de debates. Cuando un alumno se enfrenta a la lectura, muchas veces se podrá encontrar desorientado, porque se puede perder en un mundo donde juega un papel preponderante las descodificación del lenguaje escrito, por lo que el maestro tiene una poderosa herramienta cual es la comunicación oral para “naturalizar” el lenguaje escrito. De hecho, hasta al más avezado lector que no cuente con la orientación de un profesor le puede ocurrir que se encuentre ante una lectura complicada cuya comprensión le lleva a reorganizar su mente. Pues bien, esta persona experta, que tendrá también la capacidad de utilizar diferentes instrumentos para salir del atolladero, siempre acudirá al lenguaje oral, no necesariamente hablando con otras personas, pero, en cualquier caso, ordenando el pensamiento por medio de un análisis verbal interno para alcanzar la comprensión: he aquí la clave, la comprensión lectora es una manifestación de un discurso oral interno. Piénsese que cuando una persona no entiende un texto, para sus adentros se puede preguntar: ¿qué quiere decir esto?
    


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